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Era el año 2003  nació mi primer hijo, yo era novata pero seguía mi instinto, y este me pedía crear un nido aromático. Los recuerdos son la memoria de los sentimientos y empecé a buscar productos clásicos, en los que se usarán los aromas con los que yo había crecido. Durante mi búsqueda conocí que se creaba una cooperativa comarcal en la que se destilarían aceites del monte mediterráneo: romero, tomillo, lavanda (nuestro espígol), también empezaron con salvias, ajedreas… todo muy cercano. Recuerdo el momento exacto en la que me enteré de esta noticia y aunque yo no pensaba en montar otra aventura comercial, me alegré y  empecé a valorar lo interesante que era, a comentarlos con los amigos, empecé a pensar que se podía hacer con esos aceites esenciales. Afortunadamente tenía una amiga que tenía una empresa de perfumería,  me animó y me dijo que hablara con ellos:

– yo te ayudo, no es difícil, te va a encantar… y con la alegría de la cooperativa recién creada y con la generosidad de Irene nos lanzamos a soñar.


Os cuento lo primero que hicimos?

Es increíble, pero lo primero fueron unos jabones perfumados, que empezamos a vender entre chocolates y jamones… el comercio que yo gestionaba entonces, los llamamos «caramelos de jabón» hasta que me informaron que no se podía hacer analogías entre alimentación y cosmética, entonces pasaron a ser «jabones perfumados», y se vendían mucho. Probamos un par de colonias de Irene, y se vendían bien, así que me lancé, buscamos otro local, y tal y como yo había soñado una vez en una película de brujas y pócimas de Nicole Kidman y Sandra Bullock, montamos una tienda 100% en blanco y creamos 8 líneas diferentes, de esas 3 se mantienen siendo algunas  de las que más se venden, así que no empezamos mal.

Con la Lavanda, nuestro espígol, creamos un vaporizador de Hogar, con aceite esencial, sin tratar, algo muy auténtico, seco y fuerte, y me llamaron loca. Y parece que nos alocamos todos, ja ja ja porque la gente quería vaporizar sus almohadas, sus sábanas bajas, su albornoz por la parte de dentro, sus cajones y armarios, su cambio de ropa en temporada, su cocina contra sardinas o coliflor, su coche cuando se fumaba tanto en el coche, sus sobremesas anti insectos y yo me aloqué creando la rutina de sueño de mi pequeño Max o las interminables jornadas de Hospital que pasé en ese 2006 con mi madre, nos creaba espacios limpios y serenos alejándonos del mal y los medicamentos.

Luego quisimos probar con una colonia fresquita, de las de toda la vida, de las que mi abuela usaba, y mi Nariz dijo Azahar, flor de azahar, un poquito de espígol, de romero, de tomillo y unas poquitas esencias más… y nos alocamos otra vez. Porque nos salió el aroma más limpio  y amoroso que yo he olido en mi vida. Algo que me acompaña de mañana, haciendo deporte, recién duchada para irme a dormir, en el flequillo de mi hijo Rafa tras educación física, en el coche tras algún mareo, en las manos tras unos juegos en la tierra… y 17 años después sigue con nosotros , nuestra Aígua de Morella. Y no solo es colonia, ahora son velas, mikados, jabones… una nube perfumadita que nos acompaña a muchos.

Y creamos una colonia de pimienta rosa, un vaporizador de Hoja de Higuera, unos geles de baño de Miel de tomillo, de romero y de azahar, tuvimos una línea erótica , que se vendía mucho, tuvimos velas gelatinosas o jabones como piedras de río. Todo gustaba, pero dos negocios eran muy difíciles de llevar, y aunque los jamones se vendían solos, nos liamos la manta a la cabeza, renovamos nuestro  comercio de Juan Giner, cerramos la tienda blanca de Virgen del Pilar y renovamos todas las líneas, aunque mantuvimos Aigua de Morella y de Espígol.

 Estuvimos muchos años, felices y tranquilos, pero una mañana de domingo, marzo o abril del 2016 pensé que la web funcionaba cada vez mejor, que fabricábamos velas en un espacio de 2 x 2, y que necesitábamos un local mayor… y empecé a  buscar. Había un local que era el sueño de todo tendero, llevaba años cerrado, pero pregunté, y puse mil trabas pero se solventaron, así que tuve que alquilarlo, ja ja , muerta de miedo y corriendo algún riesgo. En diciembre de  2016 inauguramos el que es y será Aromes de Morella.

Desde este espai d’aromes , creamos un grupo de trabajo, nunca había soñado con trabajar así. Y tiene que ver con el espíritu morellano, no hay límites, no hay prejuicios, las redes nos sitúan en el mundo y el mundo nos acoge. Durante estos años nos hemos formado en perfumería, cosmética, sostenibilidad, marketing digital… y sobre todo en ilusión y trabajo. Ahora somos 6 mujeres, cada una se ocupa de su parte pero todas sabemos de todo, y doce ojos siempre ven más que dos.

Esta pandemia no nos ha parado, trabajamos más que nunca y vendemos lo que podemos, pero nos ha dado tiempo para replantearnos acciones, para reorganizar espacios y para crear productos nuevos como nuestra ALMA de Morella, nuestra crema facial, 100% natural. Vamos hacia el trabajo y el esfuerzo y nos aspiramos a más que a no tener límites y seguir soñando.